Es curioso la cantidad de cosas que se observan en un Hospital, la forma de ser tan distinta del ser humano también llega hasta estos lugares de recuperación y descanso.
Llego a hacer mi relevo y en la cama de al lado se encuentra una señora muy mayor, Maria Luisa y su marido, Cándido (también muy mayor). Ella delgada y con los rasgos muy marcados, sus manos deformadas por la artrosis y con una sonda gasogástrica. El marido bien vestido, pantalón de tergal gris, suéter verde y una chaqueta de vestir, piel curtida y manos de agricultor experimentado, buenos modales y muy correctos. Según me cuentan por la mañana, el marido, se levanta, da los buenos días a su esposa y le pregunta como se encuentra y tras un “bien” le da dos besos.
A media mañana los visita la hija y un hijo con algún familiar mas, hasta aquí todo normal, sin embargo, la hija después del protocolario “buenos días y como estas” abre una bolsa y empieza a sacar toda suerte de productos de limpieza, aseo personal, perfumes, esponja y otros menesteres y rápidamente llena un recipiente de agua para asearla y perfumarla. El aseo fue largo y profundo y llegó hasta los mas recónditos lugares del cuerpo de Maria Luisa.
Una vez terminado el aseo perfumó a su madre, me pidió permiso para perfumar a la mía y durante varias horas la habitación quedó perfumada con un olor empalagoso que todavía tengo metido en mis papilas olfativas. Cuando terminó se despidió de su madre y se marchó quedándose de acompañante su hijo. Naturalmente se me había olvidado decir que unos minutos antes de que apareciera la hija habían pasado las auxiliares para cambiar y limpiar a las enfermas.
A las 12 la mañana, Maria Luisa, que había permanecido inmóvil en la cama, pidió poner la televisión para escuchar la misa pero por suerte la televisión no funcionaba y estuvo 15 minutos contrariadas por el inconveniente tecnológico y las carencias del hospital. Cuando comprendió que sus quejas no arreglarían la televisión, se levantó (con sonda gástrica incluida), cogió su gotero y soporte y salió pasillo adelante para bajar a la capilla y oir su misa del domingo. Por suerte su hijo consiguió hacerla reflexionar y evitar una caída o algo peor.
Me llamó la atención la estampa tradicional de la hija lavando a su madre y perfumándola como si hubiera ido a cumplir una misión, me sorprendió la disposición y desparpajo con la que la hija manejó la situación y comprendí que aquella forma de proceder, proyectaba una visión de su familia, transmitía unos valores que sin duda le habían inculcado de pequeña.
Ayer se marcharon del hospital y se despidieron de nosotros llorando, e invitándonos a que visitáramos su huerto de las golosinas (como ellos lo llaman). Sin duda una pareja encantadora y enamorada después de 67 años juntos, toda una lección de amor, saber estar y cuidado de los enfermos. Os deseo todo lo mejor Candido y Maria Luisa.
Llego a hacer mi relevo y en la cama de al lado se encuentra una señora muy mayor, Maria Luisa y su marido, Cándido (también muy mayor). Ella delgada y con los rasgos muy marcados, sus manos deformadas por la artrosis y con una sonda gasogástrica. El marido bien vestido, pantalón de tergal gris, suéter verde y una chaqueta de vestir, piel curtida y manos de agricultor experimentado, buenos modales y muy correctos. Según me cuentan por la mañana, el marido, se levanta, da los buenos días a su esposa y le pregunta como se encuentra y tras un “bien” le da dos besos.
A media mañana los visita la hija y un hijo con algún familiar mas, hasta aquí todo normal, sin embargo, la hija después del protocolario “buenos días y como estas” abre una bolsa y empieza a sacar toda suerte de productos de limpieza, aseo personal, perfumes, esponja y otros menesteres y rápidamente llena un recipiente de agua para asearla y perfumarla. El aseo fue largo y profundo y llegó hasta los mas recónditos lugares del cuerpo de Maria Luisa.
Una vez terminado el aseo perfumó a su madre, me pidió permiso para perfumar a la mía y durante varias horas la habitación quedó perfumada con un olor empalagoso que todavía tengo metido en mis papilas olfativas. Cuando terminó se despidió de su madre y se marchó quedándose de acompañante su hijo. Naturalmente se me había olvidado decir que unos minutos antes de que apareciera la hija habían pasado las auxiliares para cambiar y limpiar a las enfermas.
A las 12 la mañana, Maria Luisa, que había permanecido inmóvil en la cama, pidió poner la televisión para escuchar la misa pero por suerte la televisión no funcionaba y estuvo 15 minutos contrariadas por el inconveniente tecnológico y las carencias del hospital. Cuando comprendió que sus quejas no arreglarían la televisión, se levantó (con sonda gástrica incluida), cogió su gotero y soporte y salió pasillo adelante para bajar a la capilla y oir su misa del domingo. Por suerte su hijo consiguió hacerla reflexionar y evitar una caída o algo peor.
Me llamó la atención la estampa tradicional de la hija lavando a su madre y perfumándola como si hubiera ido a cumplir una misión, me sorprendió la disposición y desparpajo con la que la hija manejó la situación y comprendí que aquella forma de proceder, proyectaba una visión de su familia, transmitía unos valores que sin duda le habían inculcado de pequeña.
Ayer se marcharon del hospital y se despidieron de nosotros llorando, e invitándonos a que visitáramos su huerto de las golosinas (como ellos lo llaman). Sin duda una pareja encantadora y enamorada después de 67 años juntos, toda una lección de amor, saber estar y cuidado de los enfermos. Os deseo todo lo mejor Candido y Maria Luisa.
2 comentarios:
NOELIA(JORGE)
ESPERO QUE TU MADRE SE ENCUENTRE MEJOR.
BESITOS.
El día 2 de noviembre Mª Luisa cumplirá 83 años, su marido Candico actualmente tiene 85, han vivido del campo y tienen una vitalidad y unas ganas de vivir y disfrutar de la vida envidiables.
Educados, agradecidos y respetuosos.
En fin, las comparaciones son odiosas, pero si no lo digo reviento, la familia que nos ha tocado para convivir en la habitación que comparte con mi abuela, vamos a decir, que es bastante peculiar, y nada, pero nada, nada que ver con mi querida Mª Luisa y mi querido Candido, que me adoptaron como nieta y yo a ellos como mis segundos abuelos, en el tiempo que hemos compartido en el hospital.
No saben como los hecho de menos.
Este es mi pequeño homenaje a una pareja que después de casi 50 años juntos se miraban con deseo todos los días. He aprendido mucho de ellos y me ha encantado cruzarmelos en la vida, aunque las circunstancias no eran las mejores...o sí, no se.
Un abrazo enorme.
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